Desde chico supo que algo no estaba bien con
él. Tuvo que hacer denodados esfuerzos para que nadie se percatara de la
crueldad que habitaba en el interior de su ser. De todos modos, sabía con
completa certeza, que la vida le daría su gran oportunidad: la de plasmar esa
bronca en alguien y que encima lo felicitaran por ello.
Estudió la carrera más adecuada para sus fines
perversos: medicina. ¿Quién se pondría a discutir con él cuando tuviera el
título de médico? ¿Quién dudaría de su juramento hipocrático? Decidió ir por
más aún: se especializaría en Cirugía General, y así lo hizo. Su carrera fue
impecable, empezó a ser reconocido y su fama crecía a la par de su ira
interior. La vida le parecía sabrosa, pero sería mejor aún cuando pudiera
plasmar su gran sueño: hacer la mayor cantidad de daño posible sin que alguien
pudiera darse cuenta. Era para él muy divertido ir pergeñando con astucia cada
una de las veces que se sentiría como un Dios. O como un diablo. De cualquier
manera estaría por encima de cualquier mortal. Se sentía seguro. Sabía que no
habría forma de ser descubierto. Y si por putas alguien pudiera hacerlo, sería
imposible probar el dolo.
¡Qué divertido le resultaba! Sentía una
excitación especial, una sensación de mariposas en el estómago, casi como
estando enamorado.
Se puso una fecha para comenzar su gran sueño:
lunes 7 de diciembre. Fue planeando todo en cada detalle, le fue dando las
directivas a su secretaria. La había elegido sumisa, casi idiota para que no
atara cabos y rabos.
Y llegó el día de su debut sádico: había
decidido empezar con una anciana discapacitada mental. Suele suceder, creía él,
que cuando hay una persona discapacitada, sus familiares depositan toda su
confianza en el médico. Generalmente no cuestionan nada. Eso era una ventaja
muy grande para él.
Su secretaria hizo pasar a la estúpida vieja.
Con su mejor sonrisa la saludó como si la
apreciara, y le dio incluso un apretón de manos a la hija.
“¿Cómo anda preciosura?”, ironizó.
“Me duele todo”, contestó la anciana.
“¿Todo?”, le preguntó el doctor. “¿Cómo es
eso?”, preguntó como al descuido mientras revisaba los estudios. Realmente
pensó que le habían salido extraordinariamente bien para ser una vieja de
mierda y encima loca.
“Bueno, tenemos que arreglar esto”, anunció
haciéndose el preocupado. “Lamento comunicarles que hay que amputarle el pie
señora…” “Lo haremos hoy, 7 de diciembre”, dijo. "lleven a la señora al quirófano" ordenó mientras bajaba la carpeta médica y las miraba cabizbajo. En lo hondo de su corazón empezaba a sentir un delicioso goce. Ya en el quirófano, le cortó el pie a la ancana.¡Le cortó el pie a la estúpida vieja sólo para guardarlo como trofeo de su
maldad!
Primer cuento tuyo que leo. Gracias marcela!
ResponderEliminarY qué le pareció mi amigo??
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